La condición de naufrago supone estar atrapado entre
opuestos nefastos y agotadores.
Cuando es de día, la amplitud del mar te ciega y te asusta.
Cuando cae la noche, la oscuridad resulta claustrofóbica.
Cuando es de día,
pasas calor y lo único que deseas es que haga frió y sueñas con helados y te
hechas agua del mar encima.
Por la noche, pasas
frió y sueñas con curries calientes y te envuelves en mantas.
Cuando
hace calor, estas sediento y deseas estar mojado.
Cuando llueve, estas medio
ahogado y deseas estar seco.
Cuando hay comida hay demasiada y tienes que
atracarte.
Cuando no hay, realmente no hay y pasas mucha hambre.
Cuando el mar
esta en calma y no se mueve, deseas que hubieras olas.
Cuando se alza y del
circulo que te aprisiona surgen colinas, sufres de aquella peculiaridad del mar
cuando esta embravecido, de la asfixia en espacios abiertos, y deseas que el
mar vuelva a estar en calma.
Los opuestos pueden ocurrir a la vez…
Hay que adaptarse para poder sobrevivir.
Tienes que
disfrutar de la felicidad cuando se da.